Joan Pedragosa :: Liberación a través de la geometría

Liberación a través de la geometría


Barcelona, 03-2006
Daniel Giralt-Miracle
Crítico e historiador del arte


Comprender la armonía y el alma de la forma me ha supuesto un considerable espacio de tiempo. (Joan Pedragosa 2004)

Para poder entender en todo su sentido la obra de Joan Pedragosa (1930-2005) es necesario invertir el proceso normal de interpretación de una trayectoria artística. Esto significa empezar por el final, examinando sus últimas obras, particularmente las que hizo durante los últimos cuatro o cinco años de su vida, y buscando su razón de ser, lo que él denominaba “la destilación de las formas”, para descubrir así los procesos que le llevaron a ser escultor con todas las de la ley. Este análisis, sin embargo, acabará revelándonos un substrato más profundo porque finalmente Pedragosa no sólo fue un depurado delineante, un exigente diseñador gráfico o un escultor meticuloso -que lo fue, y mucho-, ya que el común denominador de toda esta trayectoria es la geometría: la teoría, la práctica y la poética de la geometría. Como Gaudí, Pedragosa podía haber afirmado “Soy geómetro, es decir, sintético”, “yo lo calculo todo” o “la geometría en la ejecución de las superficies no complica, sino que simplifica la construcción” y un simple recorrido por su obra lo constata.

Entre 1947 y 1950 en Badalona, y de la mano del tecnólogo Pere Casajoana, se introdujo en el dibujo lineal y la estética industrial, en unas clases que potenciaron su inclinación natural por la geometría, es decir, por la parte de la matemática basada en la intuición del espacio, y orientaron definitivamente su profesión-vocación, aunque antes de llegar a la escultura pura tuvo que seguir un largo proceso de creación plástica, detrás del cual siempre estaba la geometría.

A partir del 1955 colaboró en diferentes estudios gráficos de Barcelona, en los cuales hizo su aprendizaje como diseñador. El 1961 contribuyó a la fundación de Grafistas Agrupación FAD y el 1962 estableció su propio estudio en la calle de Tuset, la que concentró más agencias de publicidad y que provocó una renovación de la imagen gráfica de nuestra cultura.

Antes, sin embargo, había pasado por Suiza, concretamente por el Conseil de Publicité Ralph M. Chavannes de Lausana, donde dirigió el departamento de Creación Gráfica. Y es que no fue por azar que Pedragosa escogió aquel país, donde entonces estaba la escuela más radical en la utilización de los parámetros geométricos aplicados a la gráfica.

Las tipografías, las ilustraciones, la fotografía, las marcas, los carteles... todo era sometido a un proceso de diagramación riguroso aún más estricto que el propuesto por la misma Bauhaus. De hecho, la divisa de aquella escuela -que lideraban Max Bill, Josef Müller Brockmann, Richard Paul Lohse y Emil Ruder- era la que defendía “el arte concreto”, que según Camille Graeser representaba “construir y desarrollar ritmos sobre fundamentos geométricos” y para una “creación y configuración estrictamente lógica de la obras de arte”, porque para ellos concreto era sinónimo de “pureza, norma y orden”. Es decir, que en Suiza Pedragosa encontró unas almas gemelas que tenían sus mismas inquietudes y que trabajaban como él. El resultado fue que su innata predisposición para colocar la letra y la imagen ordenadamente sobre las superficies planas se vio implementada hasta el punto que, de regreso a Barcelona, desarrolló su propio mundo gráfico a través de aquellas pautas. Y fue precisamente esta capacidad de geometrizar el espacio lo que hizo que Joan Perucho, en 1966, lo definiera como un grafista “riguroso y científico”, probablemente el que más lo fue de su generación. Instalado, pues, en su estudio de la calle Tuset, vivió unos años de gran actividad profesional y de una enorme proyección pública: colabora en la organización de exposiciones, en la creación de anuarios, impulsa revistas, da soporte y se implica en la enseñanza del diseño, potencia los contactos con asociaciones internacionales y todo esto sin dejar de diseñar: marcas, etiquetas, anuncios, folletos, libros, portadas de revistas, carteles, embalajes, etc..., que han quedado para siempre más en nuestro subconsciente, y en los cuales aún hoy podemos descubrir la huella suiza.

Sólo hemos de recordar sus logos (los del insecticida Fogo o el de la Costa Brava, o el aún vigente Rosa Bisbe), sus carteles (el de la Feria de Muestras de Barcelona de 1960, el del Salón Náutico de Barcelona de 1964, el del IV premio de dibujo Joan Miró del 1965, o el contundente de Viva Agi del 1971, sus ilustraciones (particularmente las relacionadas a la serie “Tempore fugit”), su alfabeto (Galaxy) o la compaginación que realizó de libros (como la Colección de Arte Hispánico de La Polígrafa).

Pero poco a poco, en la década de los setenta, empieza a abandonar la geometría aplicada al diseño y la comunicación para iniciar unos experimentos de construcción espacial con nuevos materiales o diferentes tipos de papel o cartrón. De hecho, su obra de los primeros años ochenta ya pone de manifiesto una clara interacción entre volumen y espacio, buscando siempre la tridimensionalidad, que da paso a partir del 1986 a sus “esculturas de sobremesa”, con las cuales aborda la recta final que lo llevaría a practicar la escultura total, porque aquellas piezas de pequeño formato articulables, transformables o basculantes, denominados rotarys y móviles, de inspiración constructivista que realizaba con cartón, PVC o fibra de vidrio, y la serie denominada “Geometría opcional” que emprendió en los noventa, son la génesis de un trabajo escultórico que encuentra su culminación en las obras que conformaron las exposiciones “La geometría como seducción”, que presentó el Centro Cultural Cajastur de Oviedo en enero de 2002 y “Llum a les arestes”, que inauguró en el Centro Cultural de la Fundación Caixa de Terrassa en abril de 2004, una selección de las cuales configura esta exposición de Badalona.

Para mí, la década de los ochenta es el resurgimiento del Joan Pedragosa más genuino, la del artista que consiguió introducir en el espacio sus formas abstractas, desarrollando una poética propia y convirtiéndose en el “artista de la geometría” -como lo denominó M. Lluïsa Borràs-, que no buscaba representar, sino plasmar prácticamente unos sentimientos, unas ideas, una visión del espacio, cosa que sólo se puede llevar a término si se es un geómetro integral, si se entiende la geometría como experimentación, como búsqueda, como una opción para definir unas formas, unos espacios y unos volúmenes.

No sólo Pedragosa aporta la geometría reglada a las últimas consecuencias; con las formas curvadas delimita espacios interiores y exteriores y consigue extraer la máxima vibración de las superficies planas flexionándolas, curvándolas, entrecruzándolas, en una nueva versión del “dibujar en el espacio” de Julio González.

En sus manos la geometría se transforma en una plástica pura que, ayudada por los títulos en latín de sus obras nos permite entrever la carga metafísica subyacente, porque Pedragosa aún siendo un racionalista empírico, era también un hombre de reflexiones metafísicas, no exento de sentido del humor y de socarronería. No necesitaba el volumen y la masa de los figurativos para expresar tridimensionalmente sus sentimientos porque a partir de una superficies planas, que recortaba, interseccionaba y torsionaba, consiguió vestir un mundo inconfundiblemente propio, que tiene sus raíces en el constructivismo ruso, el neoplasticismo, el gestaltismo, en neoconcretismo, el cinetismo y un cierto minimalismo, tendencias con las cuales coincidió sólo morfológicamente, porque la de Pedragosa siempre fue una geometría propia, que se remontaba a Euclides y a Pitágoras y transitaba por Luca Pacioli, Johannes Kepler y los renacentistas hasta llegar a L. Euler, y que buscaba desaforadamente una expresión contemporánea que consiguió en la madurez de su vida. Por esto entiendo su camino como una liberación de su ser más profundo a través de la geometría.

Joan Pedragosa (Badalona 1930 - Barcelona 2005) fue un reconocido diseñador gráfico que, a partir de la creación de figuras tridimensionales en cartón, móbiles y otras pequeñas piezas escultóricas, se fue adentrando en el mundo de la escultura de gran tamaño y en materiales sólidos, a la cual dedicó los últimos años de su vida.

Esta exposición es la primera que le dedica Badalona, su ciudad. Aunque se centra en la escultura, incorpora también muchos de los diseños de Joan Pedragosa, y permite seguir el recorrido de este artista riguroso y amante de la geometría, que supo poner al servicio de la expresión como pocos.